miércoles, 28 de mayo de 2014

10.000 km


Nadie es consciente de lo que le puede deparar el día cuando se despierta. Nos tomamos cada nuevo día como una prolongación del anterior, desayunando las mismas tostadas con mermelada, intentando quitarnos las legañas de los ojos o echando un polvo regenerador con aquella persona que lleva ocho años durmiendo a tu lado. Tenemos la rutina tan asumida en nuestra vida que no somos capaces de pensar en cómo el destino puede romperla en cuestión de un segundo. Y lo hace. Lo que iba a ser un día más en aquella perfecta vida cosmopolita se desvía hacia nuevos y peligrosos caminos que hay que estar dispuestos a recorrer para seguir avanzando hacia nuestros sueños; aunque estos a veces nos alejen del bienestar actual.

De repente, pasas de amanecer en Barcelona a no poder conciliar el sueño en Los Ángeles. Tú estás aquí, pero tu vida no. Esta se ha quedado en la Ciudad Condal, y la única manera de acceder a ella es a través de una pantalla de ordenador, una ventana electrónica que te acerca a todos tus recuerdos. Y a él. Sabes que se siente igual como tú, que lo que era vuestro nido ahora se ha convertido en una jaula de la que es muy difícil salir. Os ayudáis a sobrevivir cada día en un mundo donde no os encontráis. Vuestros rostros están a pocos centímetros, vuestras voces se escuchan con claridad, pero vuestros cuerpos están a 10.000 kilómetros de distancia. Qué difícil es bailar con alguien cuando no lo tienes a tu lado para guiarte cuando te pierdes en un paso.

 

Cuando la distancia se entromete en una relación, los espacios individuales pasan a ser océanos repletos de tiburones, los silencios no pueden llenarse de besos o de caricias y las discusiones tontas no tienen el comodín de ese abrazo silencioso que ayuda fácilmente a resolverlas. Todo se magnifica cuando aquella persona con la que quieres compartir tu vida deja de formar parte de ella, o al menos de manera física. Lo hace el amor, pero también los problemas que, en la proximidad, no llegaban a apreciarse.

Una relación es un plato cocinado con muchos ingredientes, donde la proximidad tan sólo es el sazonador que le da un mejor gusto al resultado final. La compenetración, los puntos en común, la aceptación de los pequeños fallos del otro, la confluencia de dos mundos distintos y la predisposición a crear un futuro en común son también condimentos esenciales para que el plato cocinado tenga el sabor que le corresponde. Las relaciones a distancia (y muchos lo sabemos) funcionan siempre que las bifurcaciones vuelvan al camino principal, pero no cuando esta se produce en rincones psicológicos o afectivos.